Sin duda alguna, existe algo en el grueso de nuestro sistema nervioso que nos hace crear una realidad de una ilusión, de un sueño, de una pasión. La perseverancia y la creencia otorgan fuerza al deseo.
Entre tantas flaquezas que la vida nos hace pasar, la resistencia y la lucha germinan dentro de nosotros y así, somos hijos de aquellas decisiones que nos hacen engordar los espacios vacíos.
De Luján a Arrecifes, con el mango justo y sin esperanza de encontrar una cama en la que el cuerpo del Valentín pudiese descansar después del torneo de tenis. ¿Descansar después del torneo? Pero si supuestamente se vuelven esa noche. ¡No! El pibe da para más. Bueno, entonces, hay que seguir de alguna manera. La carpa que les fue prestada con generosidad al padre y al hijo sirvió de refugio y resguardo de cuerpos y de esperanzas. Y de un estómago que sabía que entre partido y partido, iba a recibir el jugo fresco de jugosas ciruelas dulces que lo iban a invadir de energía. Igual, el pibe, es energía pura.
Frente a los ojos que miraron extrañados el paisaje de la cancha de tenis y una carpa esperando el comienzo del partido al lado, frente a todos los que se asombraron con la historia conmovedora pero tan real y elocuente de los dos lujanenes, de Valentín y Fredy... el pibe sarpa y como si fuese una filmación, la cámara lenta de una película de Woody Allen, como si su respiración se quedara congelada hasta el último minuto, como si los ojitos llorosos no vieran nada más que la pelota, la raqueta, su oponente... gana. El pecho del padre y el hijo quedaban chicos en la cancha, tan inflados de emoción, orgullo y alegría.
El pibe saca, tiene un revés admirable y descoloca al oponente. Y admirable es también la edad a la que lo convocan a un torneo del cual se hace merecedor de la copa. Pero se la iba a tener que aguantar. Y se la aguantó. Sin sacrificio ni valor, las cosas no son fáciles de conseguir. Y si ello estuviese ausente en el resultado final, tendría un 'sinsabor' incómodo. Pareciera que eso fue lo que le demostró su papá.
Con el trofeo en el bolso, emprenden camino de vuelta. Como si no fuese poco lo que habían caminado esa semana, la única que les queda es hacer dedo. El premio del que no abandona fue, en este último tramo, conseguir sin demasiado buscar alguien que los alcanzara hasta un lugar más cercano a Luján. El 'alguien que los alcanzó' fue el padre del chico que cedió en el juego frente a Valentín. ¡Mirá si este pibe no iba a ser valorado!
Las experiencias de vida son increíbles de andar. No pueden repetirse, no serían iguales. Los sinsabores no ocurren por nada porque después de ellos, quizás la victoria, el superarse a uno mismo, el sueño, el deseo concretado tienen una dulzura al paladar, tan fresca, como el jugo y la carne de las ciruelas que lo acompañaron hasta el final del torneo. ¡Ganaste, Valentín! ¡Ganaste, Fredy!